miércoles, 8 de agosto de 2012

Gregorio Klimovsky / Cecilia Hidalgo: La inexplicable sociedad



1- La epistemología de las ciencias sociales


Conocimiento y epistemología
Tanto los filósofos como los científicos se han preocupado por conocer la estructura del conocimiento producido y por apreciar su alcance.  Es así como ha surgido una disciplina denominada epistemología, cuyo fin consiste en caracterizar la actividad científica y establecer cómo se la desarrolla correctamente.  La epistemología en tanto disciplina sistemática se integró al campo de la cultura hace aproximadamente unos cincuenta años, aun cuando filósofos como Aristóteles, en el siglo IV a.C., o como Kant, en el siglo XVIII de nuestra era, se ocuparon de la producción científica como modo especial de conocimiento y reflexionaron sobre ella desde el punto de vista lógico, filosófico y social.  Hoy, "epistemología" es un nombre técnico que se emplea de maneras diversas en diferentes ámbitos.
De acuerdo con un primer sentido, que no desarrollaremos en profundidad, "epistemología" remite a lo que en filosofía se denomina "teoría del conocimiento", es decir, a una disciplina que se ocupa de aclarar qué es y cómo podemos fundamentar lo que llamamos conocimiento, ya sea científico u ordinario.  En la vida cotidiana creemos gran cantidad de cosas y nos parecen obvios muchos hechos, a pesar de lo difícil que sería probar por qué lo hacemos.  Pero para los filósofos, justificar algo tan sencillo como por qué en un momento dado alguien cree estar delante de una mesa implica ya una serie de complicaciones que nos obligarían, por ejemplo, a indicar cómo a partir de los datos sensoriales puede asegurarse la existencia de un determinado objeto perteneciente al mundo físico.  Entre los autores anglosajones es costumbre denominar "epistemología" a la teoría del conocimiento en general, criterio que no adoptaremos aquí: no abordaremos en este texto el problema de la fundamentación de todo el conocimiento humano, sin excepción, y en cambio usaremos la palabra "epistemología" en un sentido más metodológico.
De acuerdo con este segundo sentido, en la actualidad se piensa a la epistemología como el estudio de las condiciones de producción y de validación del conocimiento científico y, en especial, de las teorías científicas.  Sin embargo, debemos distinguir claramente a la epistemología de la metodología de la investigación científica, disciplina en la que se intentan desarrollar estrategias y tácticas para hacer progresar la producción de conocimiento científico, pero sin plantear de manera esencial la cuestión de su legitimidad.
Podemos afirmar, de acuerdo con una famosa caracterización del epistemólogo estadounidense Ernest Nagel, que la ciencia es conoci­miento sistemático y controlado.  Aun reconociendo que no toda investigación o actividad científica desemboca en la producción de teorías, circunscribiremos nuestra exposición al examen de las particularidades de tal producción de teorías científicas, pues ello bastará para captar el sentido de las controversias más características de la epistemología contemporánea.  La estructura de las teorías, que es de ca­rácter lógico y lingüístico, no siempre refleja los procesos y conflictos inherentes a la actividad científica.  Mas, si las acciones desarrolladas por los científicos conducen a resultados de importancia, la necesidad de comunicarlos a la comunidad científica y a la humanidad toda lleva a "cristalizarlos" en textos, memorias e informes.  La posibilidad de desarrollar una labor crítica unida a tal necesidad de difundir y comunicar los conocimientos hace indispensable que las regularidades que descubren los hombres de ciencia se condensen en afirmaciones, enunciados e hipótesis, todos los cuales constituyen sistemas y teorías.
Los contextos de descubrimiento,
justificación y aplicación
Las cuestiones relativas a la producción, la validación y la utilización del conocimiento científico presentan aspectos diferenciados, situación que ha llevado a muchos pensadores a trazar una distinción entre los llamados contextos de descubrimiento, justificación y aplicación de las teorías.
En el contexto de descubrimiento se discute lo que concierne al carácter histórico, práctico o psico-sociológico de la producción de conocimiento.  Abarca, por lo tanto, todo lo atinente a la manera en que los científicos arriban a sus conjeturas.  Se debaten temas tales como en qué momento se hizo un descubrimiento, cómo era la sociedad en que surgió, quién tuvo la prioridad de las ideas, por qué y de qué modo se concibieron esas ideas y no otras.  Todas estas cuestiones son muy interesantes y, en gran medida, forman parte del contenido de disciplinas como la sociología del conocimiento o la historia de la ciencia.  En particular, se analizan las condiciones sociales en que tiende a surgir cierto tipo de conocimiento.  Por ejemplo, hasta que la sociedad europea no comenzó a industrializarse, a fines del siglo XVIII, no se plantearon siquiera algunos problemas centrales de ingeniería y, por ende, a nadie se le hubiera ocurrido tratar de resolverlos.  Se comprende que tienen que darse ciertas condiciones históricas, culturales y sociales para que a los científicos se les presenten ciertos problemas e intenten solucionarlos.  Del mismo modo, los aspectos psicológicos que atañen a la imaginación, creación e invención en ciencia merecen ser estudiados sistemáticamente.
El contexto de justificación comprende todas las cuestiones relativas a la validación del conocimiento que se ha producido.  En este caso, lo que realmente preocupa, y aun angustia, es distinguir el buen conocimiento del que no lo es, dirimir cuándo una creencia es correcta o incorrecta y evaluar qué criterios pueden admitirse para elegir racionalmente entre teorías alternativas.  Estos problemas son de tal relevancia que no se nos permitirá apelar, para justificar la aceptación de teorías científicas, ni a la autoridad de nuestros maestros, ni a la utilidad práctica, ni a la intuición ni a las convenciones.
Finalmente, el contexto de aplicación (o tecnológico) está integrado por lo que concierne a las aplicaciones de la ciencia.  Toda acción racional presupone conocimientos, y éstos no pueden relacionarse tan sólo con hechos singulares o aislados, sino que deben incluir correlaciones, ligaduras, pautas generales que gobiernan la estructura de lo real.  Intentar modificar las cosas actuando de manera azarosa posiblemente acarreará resultados catastróficos.  Por ello, la actividad clínica desarrollada por psicólogos y psiquiatras, la intervención social, habitual entre los especialistas en trabajo social, y, en general, todas las vertientes de aplicación de las distintas ciencias sociales, requieren teorías científicas como arma indispensable para fundar su acción práctica y desarrollar técnicas exitosas.  Los problemas especiales que surgen en tales situaciones pragmáticas de utilización del conocimiento ya producido y validado, son enfocados en el contexto de aplicación.
Muchos filósofos no están totalmente convencidos de la legitimidad de la distinción entre los tres contextos, y, sobre todo, desconfían en el caso de los dos primeros.  Piensan que el proceso de descubrimiento conlleva la justificación del conocimiento científico.
Lamentablemente esto no es así, y la historia de la ciencia muestra una gigantesca colección de "descubrimientos" invalidados a posteriori por un adecuado control basado en experiencias.  El cúmulo de factores sociales, políticos, psicológicos y culturales que pueden inducir a un científico a privilegiar cierto modo de conceptuar, o a seguir preferentemente determinados caminos teóricos, es muy diferente de la verificación o del sustento lógico o empírico que puedan tener sus afirmaciones.  La distinción es importante, y vale la pena hacerla aun en el caso improbable de que determinadas maneras de obtener conocimiento siempre produzcan verdades.
Aunque nos ocuparemos en cierto modo de todos los contextos, nos concentraremos en el de justificación.  Discutiremos problemas tales como la posibilidad de fundamentar el conocimiento de lo social frente a la idea de que nos movemos en un terreno de mera opinión, o la existencia o no de un método en ciencias sociales que conduzca a conocimientos verdaderos o al menos aceptables.  Si ante estos problemas nuestras conclusiones fueran pesimistas, las ciencias sociales podrían estar en una posición semejante a la de muchas otras actividades intelectuales muy importantes, como el arte, donde el método de conocimiento no es lo fundamental.  ¿Acaso producir ciencia social se asemeja más a realizar una actividad creativa, emocional del tipo que se practica en el arte o, por el contrario, presenta más analogías con las demás ciencias naturales (física, química, biología)?  Y si se asemeja a éstas, ¿cuáles son sus características en tanto ciencias?  ¿Es posible hallar aspectos metodológicos comunes a toda ciencia?
Evidentemente, una respuesta negativa a esta última pregunta implicaría que la epistemología de las ciencias sociales no tiene por qué presentar paralelismos con lo que actualmente se discute, por ejemplo, en la epistemología de la física o de la biología, campos en los que, entre paréntesis, tampoco hallaremos aceptación unánime con respecto a un método único.  De cualquier manera, las ciencias naturales reconocen que cosas tales como el método estadístico, el método de contrastación de teorías, los métodos de medición y los métodos modelísticos pueden admitirse como fuentes de generación y justificación de conocimientos.  La pregunta relevante a nuestros fines es entonces la siguiente: quienes se dedican a las ciencias humanas y sociales, ¿tienen que aprender esto también o poseen su propia metodología?  ¿No será valioso para los científicos sociales lograr una combinación de ambas cosas, es decir, un método científico en el sentido ortodoxo combinado con los métodos propios surgidos en el seno de las humanidades?
Nos enfrentamos con temas interesantísimos, sobre todo dada la heroica tarea de vivir en un país tan complicado como la Argentina, donde el conocimiento sociológico, económico, político o antropológico puede contribuir a comprender y explicar lo que ocurre y a optimizar los recursos sociales, todo lo cual nos permitiría construir una sociedad más equitativa y eficaz.  Por eso es tan importante preguntarse si realmente contamos o no, en tales ámbitos, con un método que conduzca a conclusiones válidas.  El interés práctico y el político coinciden en este punto con el interés metodológico, y ello es de gran valor para muchos de los cultores de las ciencias humanas o sociales, en quienes no prima la curiosidad filosófica acerca de su disciplina sino la voluntad de desarrollar con solvencia una tarea profesional al servicio de las instituciones, del Estado o de los partidos políticos.  Es crucial, en esta situación, contar con cierto grado de confiabilidad en lo que hacemos o en lo que otros proponen como alternativa a nuestra acción.  Asimismo es importante considerar que el conocimiento logrado no debe tan sólo reproducir el conocimiento del sentido común.  Pero, ¿hay algo en las ciencias humanas y sociales que permita alcanzar el conocimiento legal y sistemático al que han llegado otras disciplinas?
La epistemología de las ciencias sociales
Tanto entre los que se dedican al estudio de lo humano y de lo social -a quienes de ahora en más llamaremos "científicos sociales"-, como entre los epistemólogos que se ocupan del conocimiento producido por aquéllos, pueden reconocerse tres enfoques totalmente diferentes.  Cada uno supone creencias contrapuestas acerca de la naturaleza de las ciencias sociales y de su método.
El enfoque naturalista
En primer término mencionaremos el enfoque naturalista, dominante en la actualidad, especialmente en el mundo anglosajón, si bien puede considerarse heredero de la tradición social francesa expresada por pensadores como Augusto Cómte (1798-1857) y Emile Durkheim (1858-1917).  Lo que caracteriza a esta corriente es la admiración ante los avances producidos en el seno de las ciencias naturales y formales, y la creencia concomitante sobre el valor e importancia que la emulación de tales logros podría conllevar para las ciencias humanas y sociales.  Adhieren a esta corriente los sociólogos conductistas, los estadígrafos y todos aquellos para quienes los métodos lógicos y los modelos cibernéticos, numéricos y matemáticos constituyen una meta ansiada, que se asocia a una madurez de las disciplinas sociales y a un acercamiento a estándares propiamente científicos.
Son muchos los textos referidos al método de las ciencias sociales en los cuales se encuentran trabajos sobre estadística, modelos matemáticos, análisis de la conducta humana en términos de estímulo y respuesta, definiciones operacionales de conceptos y modos complejos de procesamiento de los datos referidos a comunidades y al hombre en sociedad.  Todos ellos se vinculan con el enfoque naturalista.
El interés que manifiestan los naturalistas en la búsqueda de regularidades, de patrones subyacentes, de conexiones causales en la ocurrencia de los hechos sociales, conduce indefectiblemente a desarrollar estrategias de investigación que pasan por alto las particularidades culturales y motivacionales -de gran variabilidad- para encontrar en las dimensiones biológicas, ecológicas y económicas, entre otras, una base posible de generalización y comparación transcultural, es decir, atinente a diversas culturas.
El enfoque interpretativo
El segundo enfoque es el que suele llamarse interpretativo.  En realidad aquí nos encontramos con un conglomerado de posiciones y autores: los que se autodenominan "comprensivistas", como el filósofo alemán Wilhelm Dilthey (1833-1911); aquéllos que proponen una comprensión de la acción humana a través de un análisis de motivaciones; y, finalmente, quienes atienden a lo que en la filosofía británica del lenguaje ordinario se denomina "razones", en oposición a la búsqueda de causas de los naturalistas.  Cuando los interpretativistas hablan de "razones" lo que quieren destacar son aquellas consideraciones de pensamiento, emocionales o lógicas, que pueden llevar a una persona a querer hacer algo.  De este modo, puede suceder que la acción de un hombre tendiente a conseguir comida de cierto tipo encuentre una explicación causal en su metabolismo.  En su obra Vacas, cerdos, guerras y brujas (1974), el antropólogo estadounidense Marvin Harris ofrece una argumentación naturalista semejante, cuando explica casos de antropofagia ritual con referencia a dietas bajas en proteínas.  Contrariamente, aludir -por ejemplo- a la ambición que mueve a alguien a actuar de cierto modo, apunta más bien a proveer lo que se llama una explicación por razones o motivaciones, y concierne a regulaciones sociales convencionales unidas a estados psicológicos peculiares.
Para el interpretativismo, captar la motivación es entender por qué los agentes actúan como lo hacen (sea por temor, ambición o simpatía) y, en este sentido, las analogías con la física o la biología son difíciles, pues no se puede decir que alguien actuó "a causa" de la ambición.  Aunque la motivación y las razones intervienen aquí esencialmente, quizá lo más importante y característico de esta posición es un tema que aparecerá en forma reiterada en nuestros análisis posteriores: la significación.
Por ahora no nos extenderemos más acerca de este punto.  La idea principal es que la conducta humana tiene carácter de signo, y, por tanto, no es simplemente un fenómeno biológico.  El hombre actúa y se comporta de una cierta manera porque ha incorporado un código -el código de las relaciones sociales- que establece jerarquías, dependencias, vínculos, todo un concepto que excede el ámbito de lo biológico, y se aproxima, más bien, al de la lingüística.  Así como las palabras tienen significado porque hay reglas gramaticales, los roles sociales lo tienen porque hay una gramática social que depende de un grupo humano determinado:
Más adelante veremos que los estudios transculturales alentados por la investigación naturalista se enfrentan con el problema de la identidad parcial, o al menos la semejanza, que debe reconocerse a fenómenos diversos para poder categorizarlos del mismo modo.  Tal identidad parcial o tal semejanza es lo que permitirá considerarlos miembros de clases abarcativas que figurarán ulteriormente en enunciados generales.
Un naturalista que estudiara las relaciones entre padres e hijos sin captar las distintas significaciones que los términos "padre" e "hijo" adquieren en distintas sociedades y momentos históricos, se haría blanco fácil de la acusación interpretativista de incurrir en simplificaciones que lo conducirán a errores y distorsiones.  En efecto, la relación entre padres e hijos en la sociedad romana antigua no guarda ninguna semejanza con la actual, en la que "padre" e "hijo" tienen otro significado.  Además, en este caso, el vínculo biológico puede resultar irrelevante.  Un padre, en la Antigua Roma, era un hombre al que la sociedad atribuía una peculiar responsabilidad social, un tipo de autoridad despótica, una serie de obligaciones y derechos coherentes con un sistema de valores y jerarquías hoy perimido.  Puede afirmarse que la sociedad contemporánea -incluso la propia sociedad romana antes de la Segunda Guerra Mundial- ofrecería como objeto social, por su significado, una idea muy distinta de lo que es un padre para el código social vigente.  Si intentamos comprender las relaciones entre padres e hijos, es fundamental que nos atengamos al significado que impone el código, y ello implica un planteo y un diseño totalmente distintos de investigación social.
Los interpretativistas aducen -y volveremos nuevamente sobre esta cuestión- que el científico social debe tener, frente a la sociedad, una actitud parecida a la que el lingüista tiene frente a los lenguajes o el semiótico ante los signos y sus propiedades: una actitud relativa a la captación del significado de la acción.  Ejemplos muy interesantes muestran que si tal captación no se consigue, en realidad no se comprende lo que ocurre.  Así, pues, la posición interpretativista apunta a captar y explicitar las motivaciones y razones que están presentes detrás de la acción humana en distintas sociedades y momentos históricos, además de las significaciones peculiares que revelan tales acciones.
Tanto el llamado "funcionalismo" como el llamado "estructural - funcionalismo", en cierto sentido asociados a la escuela naturalista, entienden que la función que cumple un actor social en una sociedad es una cuestión de códigos de significación.  Sin embargo, lo importante en este caso es la red de relaciones sociales en la que se insertan las acciones o la presencia del actor.  Como advertimos, ser interpretativista es muy distinto a ser naturalista, porque al primero no le interesa la búsqueda de causas ni de relaciones funcionales sino practicar algo más bien parecido al método de la lingüística, tendiente a captar un código, a formular lo que metafóricamente se asemeja a una gramática: la gramática de las relaciones sociales.  Si los interpretativistas tuviesen razón, evidentemente los métodos de las ciencias sociales diferirían de los de las ciencias naturales ordinarias.
La escuela crítica
Hemos dicho que existen tres posiciones metodológicas en las que se ubican los científicos sociales, y, en consecuencia, los epistemólogos dedicados a las ciencias sociales.  Debemos considerar ahora la tercera, que suele denominarse escuela crítica. No debe confundírsela con el "criticismo" o escuela crítica de Karl Popper, que en la epistemología de las ciencias naturales tradicionales se relaciona con los usos del método hipotético deductivo, tema al que dedicaremos secciones especiales de esta obra.
La escuela crítica está vinculada, ante todo, a una serie de trabajos de la escuela marxista francesa -nos referimos especialmente a la de Louis Althusser- y a la llamada "escuela de Frankfurt".  Los nombres más prominentes asociados a esta última son los de Herbert Marcuse y Jürgen Habermas.  Quizá la forma más arquetípica de exponer el método crítico se halla en el libro Conocimiento e interés, de Habermas.  Aunque en esta obra el autor hace también un uso entusiasta de métodos interpretativos, no cabe duda de que su posición se presenta como alternativa al naturalismo.
En la escuela crítica, las características distintivas conciernen al entendimiento cíe por qué el científico produce determinada clase de ciencia y por qué, a su vez, el epistemólogo propone análisis de cierto tipo.  Los factores que aquí interesan son la ideología, las fuerzas sociales, las presiones comunitarias o políticas, además de las moti­vaciones, aunque no en un sentido psicológico sino ideológico, en conexión con la defensa de intereses sociales y posiciones políticas particulares.  En este caso, la preocupación fundamental es entender cómo se relaciona la investigación que se está llevando a cabo con el estado político de la sociedad en ese momento y con la estructura social dominante.
¿Son incompatibles estos enfoques?
Ensayemos ahora una ilustración sucinta de las diferencias que conlleva plantear una investigación social desde la óptica de los tres enfoques que acabamos de caracterizar.  Tomemos como ejemplo el caso de la Revolución Francesa.  Nuestro naturalista, interesado en cuestiones susceptibles de figurar en generalizaciones acerca de lo social, podría enfocar quizá el tema del comportamiento humano ante las hambrunas, que así categorizado denota una situación recurrente y transcultural.  Nuestro interpretativista, por el contrario, apuntará a señalar acciones y creencias específicas vinculadas con la Revolución Francesa e intentará comprenderlas en el marco de los deseos, razones y metas de los agentes.  En el estudio aparecerán motivaciones y significaciones particulares de actos; se dirá, por ejemplo, que el comportamiento disoluto y corrupto de la aristocracia francesa previo al episodio despertó en la población sentimientos de desprecio, de injusticia y de indignación.  Estas apreciaciones, puestas en conjunción con las reglas sociales y de significado vigentes en ese preciso, momento histórico, permitirían comprender la acción de los protagonistas de la revolución.  Finalmente, quien adhiera al enfoque crítico pretenderá analizar, por ejemplo, cómo surgió y se expandió la ideología burguesa en Inglaterra y en Francia durante el siglo XVIII y qué fuerzas desencadenaron la toma de conciencia de toda una clase social en ascenso para culminar, precisamente, en la Revolución Francesa.
Como se advierte, los tres enfoques resultan en primera instancia muy distintos.  En esta obra destacaremos la importancia que reviste el hecho de indagar si ellos son realmente incompatibles o pueden, de algún modo, o bien complementarse o bien reducirse unos a otros.  Tal como lo hacen muchos estudiosos de las ciencias sociales y de la epistemología de las ciencias sociales, puede entenderse que, desde el punto de vista metodológico, la posición crítica se reduce a las otras dos escuelas; es decir que tales estudiosos emplean alternativamente en sus análisis enfoques naturalistas o interpretativistas.  Por su parte, tal como veremos posteriormente, estos dos últimos enfoques pueden considerarse interdependientes y están, en cierto sentido, más vinculados entre sí de lo que suele admitirse.
Si en el transcurso de nuestra exposición logramos ser convincentes, podremos finalmente compartir la idea de que las ciencias sociales son disciplinas sui generis que, metodológicamente, combinan lo que se aplica a las ciencias tradicionales con hallazgos peculiares.  Entre éstos, merecen destacarse los aportes de la lingüística y la semiótica, los análisis antropológicos de las reglas convencionales vigentes en los grupos humanos, los análisis motivacionales que aportaron en este siglo la psicología y el psicoanálisis, y algunos tópicos particulares como el análisis funcional desarrollado en el seno de la sociología y la antropología.
Gran parte de este libro estará dedicado a examinar la posibilidad de aplicar a las ciencias sociales los métodos científicos corrientes que prevalecen en las ciencias naturales.  En general, la respuesta será afirmativa, por lo que el análisis implicará, como condición necesaria, la familiaridad con esos métodos, incluso para señalar sus límites.  En aquellos puntos donde surjan problemas, nos detendremos precisamente en la consideración de tales límites, tratando de poner en evidencia las objeciones fundamentales y las posibles respuestas que no impliquen renegar enteramente de la tradición científica heredada.  Al profundizar el análisis, advertiremos que algunos de los puntos de vista y de los problemas planteados por las escuelas interpretativista y crítica son muy importantes e ineludibles, y que su asimilación a la investigación social contemporánea redunda en una producción más sutil y próxima a estándares de cientificidad elevados.


Gregorio Klimovsky /  Cecilia Hidalgo
La inexplicable sociedad
Cuestiones de epistemología 

de las ciencias sociales

Ilustraciones de Sergio Kern

a-Z Editora





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